Parece que solo son escritores quienes reciben premios. Pero os diré algo: los premios no valen nada, y no hacen a un escritor mejor que otro.
Quizá sirvan para vender, vale, lo concedo. El vulgo creerá que aquellos que han sido galardonados gozan del favor de las musas, y gastará su dinero porque es obligado reconocer a quienes los sabios y poderosos pusieron la corona.
Pero hay muchos más que nunca recibirán un Nobel, ni un Planeta… y no son los peores, créame, amigo mío. Entre ellos habrá, acaso, legos despreciables, poetas insufribles y cuentistas descerebrados, pero también hombres y mujeres de paladar divino y elocuencia admirable. Hombres y mujeres que nunca recibirán un premio, vaya usted a saber por qué. Escritores, en definitiva, haciendo un trabajo perfecto, pero que caerá en el olvido.
A ellos mi amor y reconocimiento. A Jennifer, a Álex, a René, a Ana, a Alba, a Cristina, a Óscar, a Rocío, a Damián, a Isabel… y a tantos otros. Todos ellos son los Guerreros sin nombre, tan necesarios para ganar la guerra a la incultura.
Al resto… a los más conocidos… ¡a la mierda los premios y vuestras décimas ediciones!
Juro que, si algún día me convierto en un escritor famoso, no me olvidaré de mis Guerreros sin nombre.
Qué buena gente eres, Jaime!! Y sobre todo, qué sabio, cuanta razón!! Siempre contigo, amigo!
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Lo mismo digo!
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