Antes de morir, el Poeta loco cantó:
«Días de gloria,
perdidos para siempre,
en que el sol estaba dentro
de nuestra piel,
sello del corazón.
Recuerdo las tardes silenciosas
y las noches de ruido y risas.
Horas de intimidad,
perdidas para siempre,
como mi alma lastrada y ebria.
Hablo de tiempos
quizá soñados,
no sé si llegaron a existir
o solo ocurrieron en mi mente.
Añoro el olor de tu cuello
y el dorado extraño de tu voz.
Anhelo descubrir de nuevo
el tacto de tus caderas
el peso de tu cuerpo,
y la insondable intensidad de tus abrazos.
Pero esos días de gloria
no volverán.
Son solo memoria,
recuerdos borrados
de tu espíritu trágico.
Ahora creo que nuestra historia
solo estuvo en mi cabeza.
Fue una más de mis novelas.
En ella tú eras mi princesa,
y yo tu caballero.
Pero el libro terminó.
La historia se acabó.
No hubo un felices para siempre,
solo recuerdos.
Que ellos te visiten
y sean tu propio castigo,
como son mis cadenas
y mi único presente.»
Luego calló y subió a la montaña a llorar y estar a solas.